lunes, 5 de julio de 2021

LA ALMAZARA DE PALACÉS por JEMA BONILLO DÍAZ

 
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(C) Andrés Sánchez Bonillo

LA ALMAZARA DE PALACÉS por JEMA BONILLO DÍAZ

INTRODUCCIÓN

En Palacés, los primeros asentamientos humanos, según las excavaciones y estudios de los Siret así como de su divulgación y ampliación por parte del profesor García Gallego en su ¨Historia de Zurgena¨, se remontan al Periodo Neolítico. Yo no voy a ir tan lejos en el tiempo, pero os voy a relatar algunos aspectos de nuestra barriada, y sobre todo, lo que he ido averiguando sobre nuestra vieja almazara.

Los sistemas de regadío ideados por los árabes durante la dominación musulmana, siglos VIII al XV, pusieron los cimientos para que Palacés se convirtiera, en siglos posteriores, en una sociedad capaz de organizarse, autoabastecerse y satisfacer sus propias necesidades. Esta sociedad autárquica se debe a dos importantes factores:

El primero:

La riqueza agrícola de su pago, regado por la cimbra y por las avenidas del rio Almanzora. Éstas, canalizadas por la boquera, lo fertilizaban con los limos que traían en suspensión, a la vez que evitaban con el lavado de la tierra la salinización de la misma. En él se producían verduras, hortalizas, frutas y cereales.

Por encima del nivel de irrigación de la cimbra, un segundo pago, el de tahúllas, con el agua captada en la superficie del rio, en una zona del mismo más alta que la cimbra. En estos terrenos se plantaban olivos, almendros y frutales y en buenos años hortalizas.

En las tierras de secano había higueras, olivos centenarios y almendros; además se sembraba cebada y garbanzos en años lluviosos.

El segundo:

Importantes instalaciones e infraestructuras, de las que conocemos una almazara, dos molinos harineros de cubo, varias tejeras y un buen número de caleras, hornos de yeso, eras de trillar y hornos de pan.

Existen suficientes indicios arqueológicos para considerar que Palacés fue una villa romana en los primeros siglos de nuestra era. A mí, me gusta pensar que éste es el origen de nuestro viejo molino de aceite del que ya queda poco más que ruinas. A partir de éstas, intentaré reconstruir algo de su pasado e, inevitablemente, algunos de mis recuerdos ligados a esta vieja instalación.

EL EDIFICIO

El edificio, de una sola planta, está situado en Los Correos, adosado a la casa de Mari Carmen García (antiguamente la de Pedro García Bonillo) y separada por El Callejón de la casa de Agustín Bonillo Pérez, (mi padre).

La ubicación no es casual, ya que se encuentra próximo a la acequia de la cimbra, de la que se recogía el agua necesaria para el proceso de obtención del aceite, así como para la limpieza del recinto y aperos.

Sus dueños a finales del siglo XIX y principios del XX eran los hermanos Pedro, Agustín (mi bisabuelo), Ana, Flor y Francisca Bonillo Rodríguez.

En las primeras décadas del siglo pasado, la almazara era un condominio de seis partes de los herederos de la familia Bonillo arriba mencionada. La distribución de titularidad era la siguiente:

-Pedro Bonillo Domínguez, heredero de Pedro Bonillo Rodríguez - Dos partes.

-Agustín (mi abuelo), Antonio y Ana María Bonillo Giménez, herederos de Agustín Bonillo Rodríguez - Una parte.

-Pedro García Bonillo, heredero de Ana Bonillo Rodríguez - Una parte.

-Juan Sola Bonillo, heredero de Flor Bonillo Rodríguez - Una parte.

-Juan Perales García, heredero de Francisca Bonillo Rodríguez - Una parte.

En 1959, mi abuela Ángeles Pérez Gómez, viuda de Agustín Bonillo Giménez, la compró al resto de herederos por la cantidad de 4.500 pesetas. Fue propiedad de mi padre, Agustín Bonillo Pérez y en la actualidad lo es de sus cuatro hijas entre las que me cuento.

El alto número de propietarios y la pequeña producción de la zona, fueron las causas de la escasa rentabilidad que propició su desuso entre 1920 y 1930.

Para la construcción se utilizaron muros de mampostería ordinaria con mortero de cal y revestidos con el mismo material, las trojes con una base variable, entre 0,5 m 2 y 1,5m2 y una altura media de 0,8 m se realizaron con la misma técnica.

El tejado es de colañas de madera y cañizo con alcatifa de arcilla y paja y cubierta con teja árabe.

El recinto de 200 m2 construidos se distribuye de la siguiente manera:

Entrada cubierta de 37 m2 rodeada de trojes para el almacenamiento de la aceituna.

Patio con una zona porticada con trojes de 42 m2.

Cuadra de 14 m2 en la pared noreste.

La prensa y el hogar para calentar el agua de la caldera se encuentran en la pared noroeste

Dependencia en la pared suroeste en la que se encuentra una orza para almacenamiento de aceite, de 300 arrobas de capacidad y donde debía haber tinajas más pequeñas y recipientes medidores de diferentes cabidas.

En varias paredes se observan hornacinas, supongo que para colocar útiles de molienda.

Patio de elaboración con una superficie de 46 m2, donde se encuentra el mecanismo de molturación.


(C) Jema Bonillo Díaz

          
"Palote" puerta de entrada almazara
(C) Andrés Sánchez Domínguez

MECANISMO DE MOLTURACIÓN

El mecanismo de molturación de la almazara de Palacés es un molino de rulo, también llamado de empiedro cónico, que se empezó a usar en España a finales del siglo XVIII en sustitución del molino romano de piedra cilíndrica.

Consta este empiedro Cónico de la solera y un rulo.

La solera es una base circular de conglomerado granítico con una zona de molturación llamada alfarje y un canal perimetral donde se recogía la pasta húmeda de aceitunas trituradas. Esta base mide 2,3 m de diámetro y en el centro de la misma, se alojaba un eje metálico, alrededor del cual giraba el rulo.

El rulo troncocónico rotatorio, del mismo material que la base, de 0.85m de arista y 0.70 m de diámetro exterior, tenía un eje central articulado al de la base que acababa en un arnés metálico con un enganche para un mulo o una burra.

La novedad de este molino frente al romano consistía en sustituir las piedras cilíndricas por las troncocónicas. Al coincidir el desarrollo de la superficie del cono exactamente con la del sector del círculo recorrido de la solera, permitía un mayor efecto de trituración y una menor resistencia pasiva del mecanismo.


Rulo de molturación
(C) Andrés Sánchez Domínguez

MOLIENDA

La aceituna acumulada en las trojes se situaba sobre el alfarje normalmente mediante una tolva adosada al eje central de la solera. Ésta era triturada por el rulo, accionado por la fuerza de tracción de un animal de tiro que giraba alrededor de la base a modo de noria.

La fuerza centrífuga de la piedra al girar iba desplazando la mezcla de olivas molidas, sin romper el hueso para que el aceite no amargara, hacia el canal circular, de donde se recogía para su transporte a la prensa.


Troj
(C) Andrés Sánchez Domínguez

OBTENCIÓN DEL ACEITE

La masa de aceitunas se trasladaba del canal circular a seras de pleita de esparto. Éstas tenían un agujero central y, colocadas unas sobre otras, se situaban en una prensa de madera con un tornillo sin fin del mismo material, accionada manualmente. Al presionar la masa, se obtenía el aceite de mayor calidad, y una segunda prensada, esponjada con agua caliente, proporcionaba otro de calidad inferior.


Prensa
(C) Andrés Sánchez Domínguez

Detalle prensa
(C) Andrés Sánchez Domínguez

Mediante canalillos situados al pie de la prensa se llevaban todos los fluidos obtenidos hacia diferentes tinajas soterradas en las que se producía la decantación natural de alpechines y aceite.

Los alpechines se vertían en un estanque situado fuera del edificio denominado balsa de turbios. Los residuos sólidos, la sipia u orujo, se entregaban al cliente juntamente con el aceite obtenido, a excepción de un porcentaje llamado maquila, que era el precio a pagar por los servicios de atroje y molienda.


Chimenea
(C) Andrés Sánchez Domínguez


El aceite de la maquila se almacenaba en una enorme tinaja de barro y era la ganancia de los almazareros.

Tinaja
(C) Andrés Sánchez Domínguez

MIS RECUERDOS

Buena parte de mis recuerdos infantiles están ligados a la almazara. Con sus recovecos y sus trojes era el sitio ideal para jugar con mis hermanas, primos y vecinas a las casicas, el escondite y a las batallas, pero el mejor y más divertido de todos era la guerra sin fin que librábamos contra mi tío Baltasar un verano tras otro. Consistía en atrancar la puerta vieja y llena de agujeros con cerradura, palotes y enseres y, a continuación, nos escondíamos por todo el recinto. Mi tío con la pericia de un ¨caco¨, quitaba las dos vueltas de llave, neutralizaba pestillos, despejaba la entrada y después, con una gran cantimplora de agua, nos perseguía y nos mojaba sin piedad y por igual a grandes y chicos mientras huíamos despavoridos por todos lados.

Hasta la década de los sesenta fue el hogar de nuestro ¨utilitario ecológico¨ la burra ¨Morena¨, animal noble y tranquilo que dejó de existir de pura vejez.

El último habitante de la almazara, en los setenta, fue ¨el Falconeti¨, un pájaro de perdiz tuerto y alicorto, a medias de mi padre y de mi tío, y que a pesar de su aspecto poco gallardo, era de tal bravura cantando que, cuando lo llevaban de caza, no había congénere que se le resistiera.

En la actualidad, las viejas piedras de nuestro molino de aceite, cada vez con menos memoria debido al deterioro del desuso, siguen dando testimonio de tiempos pasados, que si no mejores, lo fueron de mayor actividad y permitieron a los habitantes de Palacés enfrentarse a su futuro con inteligencia, valor e independencia y, en definitiva, a SER DUEÑOS DE SU HISTORIA.


Cuadra
(C) Andrés Sánchez Domínguez


Contrafuerte (¿Posible torre del Castillo de Palacés?)
(C) Andrés Sánchez Domínguez

Nota.

Esta narración ha sido posible, además de por mi familiaridad con la almazara y su entorno, gracias al recuerdo de los relatos de mi abuela Ángeles, de mi padre y de mis tíos, así como a las aportaciones de parientes y amigos. Para todos ellos mi gratitud y cariño.

Para comprender el funcionamiento de un molino de rulo me ha sido gran utilidad la Edición digital del ¨Instituto de Estudios Almerienses¨, dedicado a la Almazara de Bayarque.

Jerónima Bonillo Díaz


(C) Jema Bonillo Díaz

(C) Jema Bonillo Díaz


Agradecemos a nuestra vecina Jema Bonillo por la redacción de este estupendo trabajo, lleno de recuerdos de su niñez y su familia, y por colaborar a que la historia de Palacés no caiga en el olvido como tantas otras historias dignas de recordar, y gracias también por dejarnos participar junto al resto de sus hermanas y cuñados en la historia de su familia, explicándonos y mostrándonos este legado familiar digno de conservación.  

¡¡¡ Gracias Jema !!!


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